




Aquí dejo lo que se me ocurra escribir. Sin tiempos ni compromisos, más que los que mi propia imaginación y necesidad de escribir me propongan. Espero se disfrute su lectura y todos los comentarios serán aportes positivos para obligarme a escribir más.
Quisiera escribir mas seguido para sentir que pienso menos, para sentir que ocupo menos memoria y para tener la seguridad que no me las trago sola. Y alimentando a diario mis intenciones de escribir he descubierto que gano mas tiempo en todo lo que hago y lo que hago me permite observar cosas que escribo y entender que este mundo es mi mundo. Que mis relaciones no son casuales y mucho menos la gente que me conoce. Entonces he ahí la cuestión, quien realmente me conocer y por que creo que al escribirlo me conocerán. Creo que lo que de uno se conoce, es porque se permite. De lo contrario ni siquiera no conoceríamos a nosotros mismos. Somos los directores de una grande producción. Y como tal la dirigimos y la tenemos que ver y los actores no siempre están de nuestra parte, pero eso es todo lo que se puede hacer. Y nos damos a conocer más o menos dependiendo de lo muy buenas o malas que puedan resultar nuestras escenas. Y en ellas mostramos nuestras alegrías, anhelos, mitos, pero jamás nuestros temores, porque es lo único que nos permite ser únicos. Todo se convierte en ser únicos. Y cuando escribo quiero ser la única. Quiero que mis pensamientos sean especiales y quiero que cuando demuestre mis temores, no sean iguales o levemente parecidos a los de los demás. Por eso aquí solo se escribirá sobre temores.
“Hay mucha diferencia entre tu y todo aquello que nos separa”... Joder que pensamiento mas posmodernista, que cómico era una de esas tantas líneas, las cuales Víctor solía leer en los anuncios publicitarios (graffiti) en las paredillas del pueblo mientras salía de éste, camino a la gran ciudad en busca de un productivo futuro, diferente a las perdidas esperanzas que le ofrecía un vil comercio dedicado a la explotación de madera y a la protección de subversivos, versus una ciudad donde día a día crecía el numero de inmigrantes y las oportunidades de trabajo. Ese día en que Víctor decidió dejar el pueblo, logró dejar de lado todo lo vivido ahí, el abuso, el suicidio, la desidia, y quien quita, quizás hasta olvide aquella novia que le dejó por un citadino que sólo sirvió para dejarle preñada y sin futuro. Víctor, a diferencia de muchos de sus compañeros y amigos, conocería la cuidad y estaba decidido a triunfar en ella. En parte por ir en contra de su padre quien siempre le trato de fracasado y cuyo recuerdo al morir no era el más agradable; también porque con su mentalidad y forma de vivir, no lograría salir de la boca de todos los estúpidos conservadores locales, que suelen habitar pueblos pequeños. Víctor salio de su tormento y llego a casa, a su nueva esperanza, después de ocho horas, tres paradas y una meada.
El viejo era un tipo respetable, se había dedicado a llevar una buena vida a lo largo de lo que podían ser 60 años, o por lo menos la vida que todos conocíamos. La de profesor de universidad, en la cátedra de letras, coleccionista de estampillas y sobretodo sus interminables críticas a las teorías existencialistas de Kafka. El viejo era un tipo que había vivido la vida, diferente de lo que muchos llegaron a comprender de él, su carácter le permitió hacer todo aquello que él podía, quería y sobretodo, deseaba. Desde la primera vez que lo experimento sabia que todas las mujeres eran las culpables de la intranquilidad de su ser. El viejo, tenia claro que las mujeres eran diferentes a los hombres; pero no necesariamente diferentes a él, conocía sus físicos, sus olores, sus intereses, sentidos, gustos, partes, colores y sobretodo conocía su sangre y la satisfacción que ésta le proporcionaba las contadas veces que le había tocado la piel y los labios luego de salpicarse tras una cortada profunda en uno de sus pechos, o quizás después de limpiarla con su boca cada vez que dejaba una estampilla dentro de su lacerada garganta. Ese era el viejo un tipo complejo, que había dedicado su vida a su mujer, mientras la cachoneaba con cuerpos que mataba antes de fornicar.
Que millón de avisos publicitarios diferentes veía Víctor en la nueva ciudad. Ataques políticos, invitaciones culturales y lo que mas le llamo la atención, un curso de corte para carniceros con trabajo seguro una vez finalizado. No esperó un segundo más, cuando se encontraba escuchando música clásica y cortando lomo de res con corte vertical para un exigente restaurante de la ciudad. De corte en corte, Víctor aprendió a interpretar a la gente de acuerdo a como pedía la carne. Cada corte, cada tamaño, cada solicitud significaba una persona diferente, una intención definida e incluso, una malicia tras la carne. Sabía que la carne más gruesa con el corte poco fino y los nervios secos era para las tiendas donde a nadie le importa lo que come solo como llena. Ese era el corte favorito de Víctor. Sabía perfectamente que cuando triunfara ese era el corte que menos iba a pedir. El que más iba a odiar y el que dejaría de recuerdo en su casa.
Víctor salía todas las noches, a eso de las seis, justo cuando terminaba de esconderse en los horizontes los rayos de un sol de verano que se negaba al encierro. Igual que él, salía a la luz de la luna un cazador de ideas, sediento de conocimiento pero hambriento de triunfo. Una noche de cortes gruesos, Víctor dejo su trabajo decepcionado. No había nadie a quien envidiar, no había recibido la suficiente propina para beber y no había cenado nada. Caminando sobre el callejón de las flores, Víctor vio en una banca a un viejo. Este sostenía pequeñitos pedazos de papel. Víctor paso a su lado, justo cuando una leve brisa hizo volar uno de los papelitos. Víctor lo tomo en su mano vio que era, leyó fecha y valor y la devolvió. Asombrado por el costo de una ridícula estampilla Víctor siguió su camino. Desde entonces, Víctor y el viejo se encontraban a menudo en el parque. Inconscientes de la existencia del otro y sin saber que los ataba mucho más que un casual encuentro, pasaron los días.
El viejo dejo de aparecer una noche. A Víctor le sorprendió. Contados eran los días en los que el viejo no cumplía su cita con la banca. Esas noches, Víctor se sentaba en ella.
A principios de otoño, apareció en la carnicería una mujer, despampanante, que nublo la mirada de Víctor mientras recorría los tres metros de mostrador y justo se detuvo en frente de este joven, de buen cuerpo, bien parecido y con un leve aire de educación. Víctor trago fuerte la saliva, limpió su rostro con el delantal, que ya estaba bastante sucio y se acercó a ella. Bibiana, también se sonrojó. Ella pidió un lomo de res con corte sesgado, medio centímetro de grosor y sin ningún rastro de grasa. Víctor solo pudo permanecer en silencio. Había encontrado finalmente a una persona que pidiese un corte perfecto. Bibiana había encontrado mucho más que eso.
Víctor ese mismo día, olvido por completo que el viejo, según sus cuentas estaría en la banca. Llegó a ella, se sentó y el viejo también. Ambos admiraban sus propias vidas. Hasta que Víctor rompió el silencio, dada su nueva condición. Le dijo al viejo con un tono poético y una mirada perdida, si alguna vez había estado enamorado. El viejo, lo miró, sonrió y no contestó. Así pasaron la noche ambos en esa banca en silencio, satisfechos con lo poco que habían logrado durante ese día sin cruzar sus miradas, sin sentir frío. Parecía que ambos estuvieran totalmente solos. Cuando el viejo se levanto, miró a Víctor y sólo dijo, que si y que aun lo estaba aunque su respuesta fue tardía Víctor igual la ignoró.
Desde aquella noche en que Víctor cruzo por primera vez su mirada con la del viejo, las muertes violentas de índole sexual aumentaron considerablemente en ese pequeño barrio medio. Sin saberlo había una extraña relación entre la ausencia del viejo, las muertes violentas y el enamoramiento de Víctor. Por Dios, si ninguno se daba cuenta de la existencia del otro. Siguieron los encuentros en la banca, la compra de carne delgada y los nervios de este incipiente carnicero por invitar a salir a su nuevo amor platónico. Bibiana, por el contrario visitaba a Víctor insistentemente, constantemente, hasta el punto que ya la carne roja le debería estar haciendo daño. Finalmente, gracias a un encuentro fortuito, mientras Víctor cerraba la carnicería y Bibiana casualmente pasaba por ahí, en el callejón de las flores, lograron concretar una cita. Se verían justo ahí, en la banca que Víctor le había señalado, un jueves en la noche, jueves de luna llena, brisa suave, luces navideñas y la ausencia, contabilizada por Víctor del dichoso viejo.
Error de cálculos gracias a su estado platónico, cuando Víctor llego a la banca y ahí se encontraba del viejo. Dudo un instante en sentarse, antes de tomar la decisión de acercarse a él y contarle lo que pronto iba a suceder y solicitarle, en contra de lo acostumbrado que el viejo dejase la banca para tener todo listo para la conquista.
El viejo, solo le miró. Y le hizo un comentario antes de levantarse, “error haberme preguntado si yo estaba enamorado”. Víctor no lo entendió pero pronto lo comprendería. Bibiana llego justo a la hora indicada, cinco minutos antes para darle crédito, demostrando a fondo su ansiedad y con su faldita, el deseo incontenible de no sacar a Víctor de su cama esa noche. Por el contrario Víctor pretendía tenerla en la banca mucho tiempo, muchas horas sólo para superar el temor de finalmente encontrarse con ella a solas, sin carne.
Era aun temprano para que Doña Tulia estuviera despierta. Ella sabia que su esposo no llegaría antes de las once, pues hasta esa hora permitían los cerros ver la luna y ella entendía lo mucho que él se apasionaba por tan elegante astro nocturno. Esta vez, el viejo llego antes de lo normal y Doña Tulia sorprendida cumplió con la rutina, tal como si nada hubiera pasado. El viejo no se comió ni la fruta ni se tomo el agua. Cuando se acercaban las once, solo dijo que debía salir a una tertulia de última hora con sus amigos de la facultad, cuestión bastante normal ante los oídos de Tulia, por lo cual ella solo recogió su tejido, se colocó la pijama y subió a su habitación a dormir.
El bar estaba apenas medio lleno cuando arribó el viejo. Faltaba poco más de 10 minutos para las 11 de la noche. Extrañamente escogió uno bastante alejado de su hogar. Entró, y con facilidad y gracias a su astuta labia y elegante vestir, no demoró en tener en sus brazos a una mulatita, de tan solo 21 años que apenas conocía la ciudad pero que como todo aquel que apenas estrena la adultez, estaba ansiosa de un poco de riesgo y por que no, de levantarse a un viejo que le hiciera mas fácil su estancia, y sobretodo uno como este, que le había prometido, jurado y elevado a los niveles en esos en que las mujeres suelen caer.
El Rubí, lugar de encuentro de enamorados desprevenidos y en muchos casos desaforados, alcohólicos o andantes solitarios; fue el lugar de encuentro para estos dos nuevos amantes. Como siempre, la dulzura de la edad permitió que todo ocurriera cariñosamente. Ropas aquí, ropas allá, lo normal eso de siempre. Ambos estaban de acuerdo, habían aceptado que esa noche, seria su noche. Apasionadamente, él se posó sobre ella, con cuidado, mirándola a los ojos, sosteniendo sus dos brazos sobre su cabeza con una sola mano. Él se acercó a ella, le habló al oído, eres virgen, preguntó, la respuesta fue un si… un silencioso, pasional y excitado si. Él solo levantó su mano derecha y sin titubear, rasgó su pecho con una navaja swiss army, de cuando estuvo en el ejercito. Ella no alcanzó a darse cuenta, cuando estaba desangrándose. Luego, el siguió haciendo cortes, como si estuviera dándole forma a un pedazo de carne, hasta que ella dejo de respirar. La joven con los ojos aun abiertos, recién fallecida, fue violada por un viejo enceguecido por los celos.
Tras dos horas de silencios, dolores de espalda, miradas pasionales y mínimas caricias en las manos, Víctor y Bibiana habían decidido iniciar una relación, que seria secreta para los demás, pero que la pasión del secreto alimentaría de ardor ese incipiente encuentro nocturno entre dos amantes que se negaban reconocer la carne. Víctor llegaba al trabajo sin pensar en los cortes, en la sangre o la propina. Solo veía el reloj para prepararse a su próximo encuentro con su nuevo amor. Claro que el sitio de reunión tuvo que cambiar porque se adentraba uno de los más fríos inviernos. Por primera, vez Víctor llevaría su novia a su sencilla casa. Un lecho, una mesita de noche y una maleta que aun se negaba a ser desecha. Ahí eran los encuentros inocentes de Víctor y Bibiana. Ella buscando la forma de acercarse a él y él encontrando excusas para no acercarse demasiado. Hablaban de sus sueños, sus metas, pero sobretodo de cómo Víctor había logrado salir de pueblo y como le fue posible huir de esas señales pueblerinas.
La complejidad de sus actos, asechaban al viejo. Ya sentía que su motivación perdía rumbo cuando dejo de ver a Víctor. Sabía que la inocencia le seria robada por el engendro más grande, que a los ojos de viejo era más que una vil competencia y que ante los ojos de Víctor era el significado de la lujuria más pura.
Los encuentros fortuitos en la banca cesaron por algún tiempo. El viejo, como hombre de hogar, se dedicó a sus plantas, a sus libros y a satisfacer de vez en cuando los deseos de Doña Tulia, la cual resignada a la edad quedaba satisfecha por lo que ella creía, los vicios de la vejez, y los diez minutos que el viejo decía poder dedicarle. De las tantas noches, de encuentros cortos y miradas jadeantes, el viejo le reclamo a Doña Tulia el estar tan arrugada, tan agotada, y sobre todo, el permanecer viva. La Doña, no tenía más opción que entenderle y aceptarle.
Bibiana, insistente, una final noche, decidió, por cosas de su propio e inventado destino quedarse en casa de Víctor. Él aun indeciso, no tuvo más opción que aceptar y dormir en el piso. La mujer, ardiente, caliente, efervescente, noctámbula y levemente somnolienta aceptó la condición de mantener distancia, solo si Víctor le permitía dormir en su lecho. Lecho que esperaba pronto ver mucho más que las babas jetales.
Un día cualquiera, como los que pasaron ese invierno obligaron al viejo a salir en busca de carne. O sorpresa la suya cuando al pedir corte sesgado y fino, el carnicero, ahora ascendido, era Víctor. Ambos sonrieron ante el circunstancial encuentro, Víctor le miró e ignoró, por lo tanto el viejo tuvo que salir rápido en busca de satisfacción carnal en los brazos de una joven. Esta vez, por destino, aunque se puede creer por desdichas del mismo, la joven insatisfecha y borracha dio a los brazos de un viejo sediento de venganza.
Llego la primavera, y nadie notó como se extrañaba el buen semblante de un joven pajizo como lo solían llamar sus camaradas. Víctor era otro, una vez más solitario, esparcido y perdido. Consolado con las noches de luna llena y las apariciones poco frecuentes en la banca. El viejo siempre asistía, solo que Víctor no le quería ver.
I.
Mis manos han manifestado descontento
Por miles de detalles que no tienen
Por ausencia de tu olor y sobretodo
Por lo que extrañan de tu piel
Aunque trate de entretenerlas en otra cosa
Cada otra cosa te recuerda a ti
Donde apunten, miren o toquen
Tu presencia ha estado presente
Semejante complejidad describen al dibujarte de memoria
Intentando reconocerte cuando vuelvas
Apresurándose a estar calmadas con tu contacto
Aun así mis manos han manifestado descontento
Por tenerte tan cerca y poder admirarte
Por querer escribir en tu piel aunque te hayas ido.
II.
El sentimiento es completamente increíble
No hay una sola parte de él que no lo haga indeseable.
Latidos sub nocturnos que brotan al pensar en el insaciable estadio de la mente
Permanentes intentos de supervivencia para un alma puril.
El sentimiento es auténticamente indescriptible
Existiendo solo en las zonas que lo mantienen
Deseables latidos descubiertos ahora
Con los tentáculos del alma
Prodigiosa esfera creada
De la nada a la totalidad
Perplejidad al solo poder tocarte con aire
Cual maldición que me haya dejado sin olfato
Manipulando nociones
Para hacer de sus principios objetivos
El sentimiento sigue siendo inexplorado
Conocido solo por los ases de tus prismas
Radiantes, monocromáticos, Atónitos.
III.
Como quisiera poder soportarme como habito para que no falle en la costumbre del sentimiento invasor, parásito, vida que sin tapujos tu alma ha convertido.
IV.
Cuantos silencios han de ser necesarios
Para poder decirte cada una de las palabras que siento
Cuantas miradas entrelazadas de ironía
Podrás entender para no confundirte cuando contestas
Tan solo soporto el tiempo
Por que suele pasar más rápido
Y eterno a tu lado
Por que de lo contrario ya hubiera terminado
Con el tiempo.
V.
Que será de mí
Si la vida
Se hace silencio
Si los ruidos
Fraternales
No existieran
La noche no iluminara
Casi el día
Estaría ausente
En los ruidos
Ajenos?
Capas sería
Acaso
De interrumpirlos?
O será que
Esta alucinación
En silencio
Esta cobrando su
Desperdiciada inversión?
VI.
No te buscaba
Aun así llegaste sin esperarte, sin amarte
Entre palabras, risas y pesares.
Y así no te buscaba,
Solo en los instantes celebres
En los momento furtivos
En los espacios compartidos
En amaneceres exquisitos
En lujosos soles
En exóticas lunas
Aun de esta forma no te buscaba
Ni quería verte;
Solo tocarte, olerte, sentirte cerca
Respirar, latir, palpitar y
No te buscaba
Apareciste
Como las sorpresas que se necesitan
En un de vez en cuando
Que se hizo continuo
Y se logro permanente.
No te buscaba para momentos de gloria,
Etéreos o inútiles.
En las plenitudes de los ojos
En los contactos escasos
Y en silencios casi eróticos
Y nunca tuve que buscarte
Aquí estas.
VII.
No hay definición para la realidad, diferente a aquella que ya nosotros creemos. No hay una realidad concreta sino realidades. No hay un punto de vista hay mundos.
Probar que la vida cotidiana de un genio, su sueño, su digestión, sus éxtasis, sus uñas, sus resfriados, su sangre, su vida y su muerte, son esencialmente diferentes a las del resto de la humanidad
¿Quién te crees?
VIII.
A mi lado
Aunque tan lejos
En una dimensión más allá
De mis capacidades
Pero tan próxima a mi entendimiento
Permaneces atenta a mis hechos
Y precavida a mis inseguridades
Te veo tranquila,
A veces somnolienta
E incluso aburrida
Pero presente
Instante a instante en mis sueños
Mis realidades, mis roces
Y me miras
Para calmar mis ansias tenues
Incipientes.
Me tocas para sosegar
Mi espíritu y mantenerlo todo
Unido al tuyo
En lo etéreo e infinito
En la emancipación de mi alma
En la mezcla perfecta de ésta
Con la tuya.
IX.
Te vas
Y te llevas mis ausencias restringidas
Mis dolores abiertos por tu aroma
Mis sentidos en liberación de tu esencia.
Te vas
Con la más solemne calma
Como un desterrado,
Complacido.
Te vas
Ausente de tu ser sin pensar en el mío.
Te vas
Donde de querer
Podría alcanzarte
Mas mi dolor todavía
Me tiene vagabunda
Te vas
De mí con previo aviso
Y mucha notificación,
Aun así no me he dado por enterada.
Te vas
Y quiero que lo hagas.
De mi todo lo tienes y tendrás
Pues no hay nadie quien reciba
Lo que tú ya has usado.
Te vas
Y así lo permito
Para que de tu libertad
Se alimente mi espíritu
Y de tu soledad se llene
Todo mi espacio.
X.
Saberte despierta y tormentosa,
Ha atrapado la necesidad de verte.
Aun cuando pérdidas,
Sólo ha traído tu recuerdo.
Atractivos sentimientos
Cautivados por tu olvido.
De tenerte y no tenerte
Moribunda, taciturna, alarmante.
En espera misteriosa,
Bajo tenacidades, oculta.
Disfruto mirar de cerca tu locura
Y palpitar al agitar descontrolado de tus látigos.
Has hecho tuyas las lágrimas ajenas
Atraídas por el desierto desolado de unos ojos solitarios.
Esperas sospechosa
La llegada de tu alivio.
Susurro de instantes
Batallados de memorias.
Ausente la esperanza de la luz que comprendes,
Solo llegará cuando abras.
Cerraduras competentes,
Por descuido desgraciadas,
Que memorizan sin alterar tu sentido
Para hacerte recordar, insensata,
La timidez del primer tiempo.
Hasta entonces permití
Tú complaciente tortura.
Cambiando la aterrada condena de un ser sumiso,
Sopeso de tu engaño.
Desde entonces te conocí convaleciente,
Oculta, tras paredes movedizas,
Que sin cesar agitaban el filo de tus pestañas.
Alivio rotundo al partir de tu costado.
Saltando doloroso el primer camino,
Oscuro, cobarde donde me sostenías
Restringiendo albedrío con sangre.
Salí al respiro de mi alma.
Lejana te vez cuando aun me dueles.
Sostuviste en tus manos el almíbar de mi puerta.
Irrumpiste egoísta mi fidelidad con tus uniones extravagantes de sonidos.
XI.
Puedo empezar a escribirte
Con tanto frío esta noche.
Tú te vas borrando con cada palabra
Que dejo descrita.
Como contarme que te has ido
Sin sentir dolor de mis palabras
Y si tenerme miedo.
Aunque tu ausencia sea pasajera,
Sabes bien que prometí encontrarte,
Como haces para que me duela.
Se han reventado las cañerías de tus ojos
Con el pasar de mis manos manchadas por tu piel.
Mis vidrios ya no te reflejan,
No te ven.
Compartimos tantos pesares y tantas dichas,
Que mejor dejarlas calladas para evitar revivirlas.
Quiero revivirte a ti.
Quiero forzar las palabras hasta hallar tu oído.
Y dueles en el pelo,
Dueles en la felicidad,
Dueles en el alma,
Dueles en mí,
Me estallas
Y no te das cuenta.
No quiero recordarte jamás,
No quiero morir tan seguido.
Me estoy cansando de revivir cada uno de tus pasos
Y no darme cuenta que ya te has ido.
Te encuentro escasamente
En los lugares que dijiste dejarías.
Que mentiras me has hecho conservar
Si en ninguno de esos sitios estas ahora.
Te ahogaste con mi llanto
En la profundidad de una madre egoísta
Que te ha hecho volver a ella
Sin dejarme un poco de tu ceniza.
Me llenas de ira con tu huida, cobarde.
Me dejaste en lo más alto para que cayese.
Acaso no pensaste en mí cuando decidiste irte.
Me cortaste el aire sin avisarme,
Y aunque me trates de convencer que lo hacías,
fue un engaño te me fuiste.
Me dolerás cada día como la rabia de una impotencia que no merezco.
XII.
Sonríes
Y me divierto.
Sabiéndote inocente, te sonrojas, me sonrojo
Evito verte de nuevo
Por que se que sonreirás
Y se hará eterno este
Rojo de mi piel ante
La luz de tu boca,
Que inocente me esta hablando
A la vez que me hechiza.
No eras inocente
Antes cuando era yo
Quien trataba de sonreírte
Cuando tus líneas aun provocaban daño
Cuando tus palabras estaban
Vacías de merito.
Has levantado tu voz
Con tanta dulzura
Que pensé esquivar
Tu palabras pero su
Sonoridad ha sido profunda
Tanto que me han
Ahuyentado el alma
XIII.
Cuantas veces toque tu esplendor
Tanto como lo sentía antes
De sentir.
Como presentir la ansiedad de lo deseado
Brillaba desde lejos la fortaleza de tu ser.
Distante calor que ahogaba
Mi cuerpo, engordaba el aire
Cuchillaba mi pecho, temblaba.
Frió de tu ausencia
Satisfecho por tan solo el roce
Negado insaciable
Tantas veces fueron
Me cuesta, como latigarme con
Solo pensarlo,
Como romperme en calor
Con la víspera de tu encuentro.
Como ser y no ser
Como una perforación a quemarropa
Calentaste la profundidad
Hasta volverla infinita
Hasta que el brillo dolía
Hasta que moría de nuevo
Dejaste en mí la marca de tu locura
Rayaste hasta mi alma
Hiciste notorio el llanto
Doloroso aceptarlo
Obligaste a olvidarme de mi
Y no es engaño
Que aunque quiera partir
No puedo moverme
Ya todo lo has deshecho
Ya nada me ha quedado
Que hermosa destrucción
Que sublime forma de partir.
XIV.
Desde que te conocí
Cambió el ritmo de mi danza
El color frívolo de mi carne
Se torno radiante con tu mirada
La cruel sonrisa
De los llantos contenidos
Se ha transformado en la estéticas felicidades consumidas
Llegaste para arrastrarme fuera de mi
Y reclamarme ajena
Tomaste y araste terrenos explorados sin éxito.
Para izar tu bandera haciendo de mis heridas tu territorio
Susurras los que sientes
Cada vez que pasas
Para llamar mi distraída atención
Perdida en tu belleza
Dañaste mi sentido común con tu sentirte permanente
Ha pasado el tiempo
Penante de tu presencia
Tanta felicidad no es cierta mientras sigas
Atracando en momentos inoportunos.
Te buscas como conocerme sin tenerme presente, reconociendo
Señales que ni o había descubierto.
Has hecho que el tiempo pase
Para extrañarte con la arritmia de mi palpitar
Desnaturalizado, estresando las paredes con tus palmas.
Todo esta marcado por ti para permanecer tuyo
Cuanto odio tener que aceptar sin negarme
A los tan deseado y extrañado.
Soy perpetua parte de ti en la ausencia de mi propia alma.
xv.
tengo tu presencia en un estado permanente
acosador e irresistible, perturbante, alusinante y alusivo a mi.
Soporte el estado inherente de no tenerte
Aunque me cueste muchisimo digerir el olor amargo de tu ausecia.
Has tenido mi proximidad en el filo de tu cuerpo
Y no lo has hecho memoria ni seguido mucho menos cromprensible.
Moriste con la simplicidad de tus lineas
Aunque sostienes ardiente la tranquilidad de mis llantos