Observación sobre las tendencias de la televisión colombiana con miras a la oportunidad de globalización
Desde el Y2K, con la promesa de modernidad y futurismo sugerida por los últimos 20 años del siglo XX, la televisión mundial (generalizando sobre la grandes industrias de la comunicación y los países súper-desarrollados) ha dejado de lado los paradigmas y se ha vuelto un medio de aspiración real y tendencias a parecerse más al mundo, pasando de la representación al reflejo. No estaría mal sostener que los discursos de la televisión colombiana están en el limbo de la tendencia. Importamos e imitamos los programas por rating, y dejamos de lado la creatividad. Ahora toda televisión para el entretenimiento tiene un crédito: “basado en el formato creado por…”. Las secciones de los noticieros tienen más comerciales que información y siempre hay que darle doble sentido a lo que están promoviendo. No obstante se han abierto canales para que el televidente interactúe con su canal y la ley ha sido más flexible con la programación.
La televisión colombiana, a la que en muchos casos es preferible reconocer como “chibchombiana”, que ve todo el común de la gente, enfrenta en este momento las discusiones tal vez más profundas de su discurso: ¿seremos capaces de sobrellevar y superar el arribo de nuevas tecnologías, programas y programadoras? De igual forma ¿el capital humano de nuestras cadenas y programadoras conservará su posición actual para preservar el mundo creado por Pacheco, o desertaran por una mejor oferta económica?
La pantalla chica del fútbol, política, sexo y religión, enfrentará un reto al competir con las tendencias internacionales donde se han especializado por franjas o separado por canales estos temas, en miras a la creciente segmentación y poder de decisión de los consumidores de medios modernos. No tolerará que se sigan sesgando y censurando los contenidos a beneficio de un líder de opinión, pues si la unión hace la fuerza, los líderes de opinión están en vía de extinción. Seguiremos importando programas que sostendrán los sueldos básicos de nuestras propias creaciones audiovisuales en canales independientes. La televisión colombiana volverá a las raíces y se asemejara a la televisión brasilera, donde se exporta producto propio y se produce y comercializa producto propio, lo de afuera se las arreglan con la ley para estar presente, pero el colombiano defenderá su “televisora”.
Los canales regionales reclamarán su derecho a pertenecer y representar sus lugares, labor que tomará tiempo pues, por más morbo cultivado por los realities, nuestra gente aun no está preparada para verse reflejada tal cual su cultura, ejemplo puntual Telecaribe. Siendo la globalización paradójicamente el triunfo de la especialización de la industria con la audiencia, nos espera una parrilla de 14 canales dedicados a representar y reflejar cada uno de los aspectos de nuestra colombianidad y en la espero que finalmente creen un solo canal dedicado al fútbol.
Por otra parte, desde un punto de vista social, muchas organizaciones civiles estiman que una oferta televisiva diversificada garantizará mejor la participación social que la actual representatividad política. Se permite también la creación de canales comunitarios sin fines de lucro en manos de municipios, universidades o agrupaciones comunitarias. Colombia presenta una gran diversidad en la propiedad y tamaño de los canales de TV; sin embargo los próximos años serán decisivos para evaluar la capacidad económica de país para sustentar esa enorme oferta.
Debemos apuntar a una televisión que con todas las estimaciones de respeto pueda decir y mostrar lo necesario para terminar un discurso con conclusiones sin controversia, permitiendo la libertad de contenidos, argumentos y decisión y así cumplir el propósito de medio de comunicación. Como en Estados Unidos, donde es la audiencia quien decide que ve, cuando lo ve y como lo ve. Dejando de ser una masa alienante para ser un individuo cuyo medio de comunicación le ofrece oportunidades.
domingo, octubre 07, 2007
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