domingo, octubre 07, 2007

Octubre


Ayer recorría el rio magdalena. Experiencia sorprendente, enriquecedora y tranquilizante. No obstante la experiencia se quedo corta... Tenemos tantas ideas del rio en la cabeza que la grandeza de este pretende borrarlas y crearlas nuevas, pero aun así nadie se cree lo que ve. Y creer lo que uno ve, pasando primero por lo que ya ha visto, no niega la posibilidad de seguir aprendiendo. Y con un paseo tan sencillo y básico entendí que la memoria solo sirve para reconocerse a sí mismo, pero no para terminar de conocerse. El rio es así. Se sabe a si con la grandeza que puede poseer una fuente de agua aparente infinita, y aun así se queda pasmado tras el paso de unos viles seres que se han dedicado a abusar de su grandeza. ¿Qué puede entonces hacernos a nosotros igual de grandes?

Hemos dedicado la vida a tomar de los otros. En eso concentramos nuestro conocimiento, nuestro aprender. No nos cansamos de citar a los demás, pues nos auto convencemos de que "todo ya está escrito" y que "no podemos tapar el sol con una mano". Para no obviar la tradición, Krishnamurti la tenía clara. Aprender es constante y el "saber" es del pasado. Nunca sabremos todo porque todo todos los días es diferente. Las personas buscamos la tranquilidad en la tranquilidad del ayer, evocado "aquel día", "aquella fecha", "aquel amigo"... cada cuanto nos proponemos "un nuevo día", "una nueva fecha”, "un nuevo amigo". Estas teorías de felicidad buscada y de grandeza espiritual se las dejamos a las películas de Disney y Robín Williams.

Los días pasan, las cosas se graban o se olvidan entre el ROM y la RAM de nuestras memorias. En este ejercicio nos la pasamos todos los días. Alguna vez una psico me decía que hondar en la búsqueda de la memoria para recordar momentos es porque existe una carencia de control. Por el contrario a mi me parece delicioso pelear con mi cerebro hasta encontrar es primera memoria, hacer el ejercicio de lo aprendido, y confieso ha sido buenísimo, pues el ejercicio mental me ha llevado a tener una memoria presente increíble, que hasta a veces me sorprendo de las cosas que recuerdo, y hasta me digo... eso lo he debido olvidar. Adrede o no, nuestras memorias están. Pero no son motivo para juzgar hacia adelante. En ese aspecto los computadores son más inteligentes. Cuando los apagas se les borra la RAM y se quedan con lo verdaderamente importante y lo que les da para hacer el siguiente paso (ejecutar el próximo comando).

Creo que ejemplo más claro es cuando no paramos en el borde de un edificio muy alto por primera. Lo que nos aleja no es el temor propio al edificio alto y a la vista al infinito, es lo que nos han metido en la cabeza que la altura puede hacer. Y nadie se asoma sin miedo. No confiamos en nosotros sino en el concepto del otro. Y así vivimos. De conceptos. De memorias y citas ajenas. Entonces como nos podemos conocer, como podemos seguir sabiendo y no quedarnos en el sé. ¿Cómo podemos contemplar la grandeza de un rio no por lo que hago en él, sino por lo que él hace por mí?

No hay comentarios.: