Crujió la puerta. De ahí la inspiración. Que susto, que estupor, que miedo y que lenta recuperación ante tal inesperado sofoco. Es completamente válido dejar en claro que el personaje del que les voy a contar ahora, no se llama alone. El atrevimiento de titular en inglés surge por lo mismo que se crea el relato, la curiosidad mejor amiga de la desgracia.
Amanecía un lunes, casi tan temprano como lo había predicho el cura en la misa dominguera. El sujeto cuyo nombre desconozco estaba sentado en el sofá de la sala, en silencio y seguramente pavoneando confianza. Camisa de rayas claras y pantalón oscuro. Combinación básica, que aunque su cara no se podía ver del todo, delataba que era un hombre. Tal vez a los dos o tres segundos de haberle visto y huir rápidamente en busca de auxilio, este sujeto que apenas podía distinguir, cruzó su pierna izquierda sobre la otra; haciendo su presencia completamente segura.
Que más podía hacer sino buscar apoyo en el ser que me ofrecía la mayor confianza. Sus palabras tras mi breve relato fueron poco menos tranquilizantes que la actividad recién ocurrida: "si, efectivamente siento su presencia" ¡Por Dios, como no va a sentirla si yo lo estoy viendo! El alivio llego cuando aprendí a meterme en mi cama, cerrar los ojos, apretarlos fuerte hasta que se me acalambraran los párpados y dormir. Concluirían fácil que esto ha terminado. El sujeto sigue sentándose en la sala. Ya me ofrece un poco más de alivio saber que es el único sitio donde lo he visto. A diferencia de otros personajes que se han convertido en constante compañía o tal vez más explicita, apariciones.
El lunes en la noche, después de alimentar las aves y perros de la casa, el hombre no estaba en la sala. Tranquilidad para dormir finalmente. Claro que mi cabeza claramente dejo marcada su imagen y por más que no estuviera, yo inocentemente seguía viéndole en todas partes. Aquí es cuando me asusto y cierro la puerta de mi cuarto. Sorprendente que en mi propia casa, en la propia entrada de mi habitación, aun sienta que este sujeto está en la sala, y no solo en la sala está en la puerta de mi cuarto. Esperando que de noche abra la puerta con la luz apagada para verle la cara que nunca la he visto. Cuando los perros en mi habitación gruñen y en mi sueño los escucho el temor se intensifica por el hecho comprobado, que las mascotas también sienten su “presencia”. Aterrador, estremecedor y desesperante llegar a la madrugada del martes sintiendo que alguien se apoya en la cama o que pasa su mano sobre la espalda; cubierta con sábanas y almohadas para aumentar la protección.
Obligada siesta del martes. La noche no fue muy prolija con el cumplimiento del descanso. Encontrar la ubicación, medición y temperatura exacta en la almohada se logra pocas veces. Cuando esa perfecta combinación se tiene, se sabe que por más breve que sea el sueño, se va a descansar con todas las de la ley. Incluso en esa siesta se babea. Siento que los perros se suben a la cama, asumí que envidiaban mi comodidad. Al rato entre sueños note que lo perros no se habían acomodado a mi lado.
Un momento explico la distribución de la habitación para que comprendan la intensidad de ese instante. Es un espacio cuadrado, casi perfecto. Tiene una entrada, una pared de armarios empotrados, una pared plana, una ventana y una puerta que lleva al baño. Desde la cabecera de la cama se pueden ver ambas puertas.
Abrí los ojos, para encontrarme a oscuras. Busque con los párpados entrecerrados para mejorar la visión con el apoyo de las pestañas y vi a los perros. Pequeñas bestias miraban fijamente la puerta entre abierta del baño, con las orejas erguidas, la vista fija y todo su lomo erizado. Levante la vista y lleve mis ojos hacia la puerta. Justo esta se abrió un poco, parecía que fuera con intensión de no hacer ruido y no despertarme. Para mi asombro y simultaneo susto, entro una señora. Cara poco distinguible, cabello recogido y vestido entero blanco con algo que al parecer eran flores. Los perros empezaron a ladrar despavoridos. Con rabia miraban y ladraban a la puerta. Me tomo poco tiempo salir del empedramiento y encender la luz. Agarre a los perros y los trate de calmar metiéndoles bajo mi sabana y acariciando sus lomos. Yo con el rayo de luz había perdido la visión. Sé que traía una bolsa negra llena en sus manos; desconozco su misión. Tengo memoria vaga de haberle visto antes con características similares hace poco más de diez años.
Destinada a no poder dormir de nuevo, y aceptando que así pasarían estos días me fui por la salida más práctica. Salí solita, compre unas cuantas cervezas y en la “tranquilidad” etílica del hogar me senté en el balcón a tomar cada una despacito, escuchando buena música. De vez en cuando hablé por teléfono pero no había mucha gente con quien hablar y nadie, absolutamente nadie, podía venir hacerme compañía. Se fueron 6 cervezas y 4 idas al baño fugazmente. Cuando quise llegar a la cama ya estaba prácticamente dormida; y en mi aun conciencia estaba feliz. Dormiría y nada me iba a distraer. Esa noche de miércoles sería inolvidable.